Los antojos o las ganas de comer ciertos alimentos poco saludables no responden a una necesidad estrictamente nutricional sino que tienen un origen mucho más complejo.
Continuando con el tema iniciado en este artículo, en esta ocasión continuamos profundizando en este tema para entender aún mejor como nuestro estado emocional afecta a nuestras decisiones a la hora de escoger lo que comemos.
En primer lugar debemos entender que ya desde muy pequeños el hecho de comer no sólo es una necesidad básica que nos ayuda a crecer sino que poco a poco se va cargando de significados psicológicos.
¿A cuantos no nos habían dado una galletita o un dulce cuando nos hacíamos daño o cuando estábamos insoportables para que nos calmáramos y dejáramos de llorar?
Sin quererlo hemos ido asociando el acto de comer a un estado psicológico ya sea el hecho de recuperarnos de un disgusto, de ahogar las penas o buscar aquel confort instantáneo para olvidar algún mal menor, o no tan menor. Poco a poco el comer ha derivado en un reflejo de nuestro estado emocional. Cada vez más a menudo el comer ya no es el simple hecho de proveer nutrientes o energía al cuerpo sino que la comida se ha convertido en algo mucho más profundo. Es muy importante que a parte del QUÉ y del CUANDO nos empecemos a plantear el POR QUÉ comemos y CÓMO comemos.
En esta línea la psicóloga Mireia Bosch nos hace reflexionar sobre aquella típica frase de “somos lo que comemos” y la da una vuelta de tuerca para diciéndonos que “comemos lo que somos”.
En este sentido la comida es un reflejo, es una proyección, una extensión de quien somos y como nos sentimos.
Esta psicóloga nos propone un ejercicio muy sencillo pero a la vez muy interesante. La próxima vez que te pongas a comer, antes de empezar, reflexiona durante un segundo y conteste a la siguiente pregunta …
¿Qué dice este plato de mi?
No hay respuestas correctas o incorrectas, simplemente, se trata de observar cómo comes; es una invitación a observar quién eres a través de lo que te apetece comer. Recuerda que lo que eres, se proyecta en todo lo que haces, también en el acto de comer.
Por ejemplo, en mi caso el significado que tiene comerme un plato de arroz o un buen trozo de pescado después de una salida exigente con la grupeta me dice que he hecho un buen trabajo, que me merezco esos buenos alimentos que me va a ayudar a reponer fuerzas y energías para seguir mejorando. En definitiva, que he hecho un buen trabajo.
Ahora bien, el significado de comerme un pastel o unas galletas a media tarde cuando hace solo una hora o dos que he comido tiene otro significado completamente diferente. Seguramente me lo estoy comiendo no porqué me falte energía sino por otro motivo muy diferente.
La relación con la comida es una puerta de entrada a nuestro interior, una oportunidad para el autoconocimiento. En definitiva, nos enseña de qué tiene hambre nuestra vida. Porque en la gran mayoría de los casos nos ponemos cosas en la boca no para llenarnos la barriga de comida sino para llenar algún vacío muy diferente que tenemos en nuestro interior. Se trata de entender que puede ocasionar este vacío y así poder hacer los cambios pertinentes que nos permitirán ser más felices, tener más salud y rendir mucho mejor.
El problema es que a mucha gente le cuesta saber diferenciar entre el hambre real (fisiológica) y el hambre emocional (psicológica). Aquí tienes una tabla donde te explico sus características:
Es importante saber identificar estos dos tipos de hambre ya que el primero (hambre real) te proporcionará salud y te ayudará a rendir más y mejor mientras que el segundo (hambre emocional) saboteará tu alimentación y tu rendimiento.
Recuerda estas dos preguntas la próxima vez que te encuentres ante un plato de comida:
¿Tengo hambre de verdad? —- ¿Me valdría una fruta o tiene que ser chocolate sí o sí?…
¿Qué dice tu plato de ti? —– ¿Lo que ves delante de ti es positivo y te de fuerza y autoestima o es lo contrario?
Solo cuando estamos equilibrados emocionalmente podemos comer equilibradamente y solo con una alimentación equilibrada podemos rendir al máximo de nuestras posibilidades.
(fuente: Xavi Garcia, asesor de salud de ADN Ciclista, Fitness Integral)