Desde que soy asesor de nutrición y salud hay un tema bastante recurrente que muchos ciclistas me preguntan… ¿cómo evitar los antojos?
Estos ciclistas en muchas ocasiones me preguntan… ¿Por qué es tan difícil deshacerme de estos malos hábitos? ¿Qué me aportan? Si el cuerpo me lo pide será por alguna cosa, ¿no? ¿Por qué tengo esta necesidad? ¿Cómo puedo corregirlo para poder bajar de peso y mejorar mi rendimiento?
Si estás en el programa de competición de ADN Ciclista sabrás que desde el servicio de asesoramiento nutricional y salud lo primero que te pedimos es que rellenes un formulario de hábitos y estilo de vida para así ajustar el plan nutricional a tus necesidades específicas.
Estas preguntas son muy comprensibles, sobre todo porqué los ciclistas estamos hechos de otra pasta y sabemos lo que es el espíritu de sacrificio. Pero…
cuando se trata de aguantar un antojo esto se nos hace más cuesta arriba que el Tourmalet
Para poder evitar los antojos debemos entender que un antojo no responde a una necesidad nutricional o a la falta de energía, sino que tiene un origen mucho más complejo.
Para poder entender que no es la falta de energía lo que nos impulsa a comer tenemos que familiarizarnos con uno de los mecanismos que nos ha ayudado a sobrevivir desde el inicio de los tiempos:
El circuito de la recompensa
Existen dos reglas muy importantes que rigen nuestro comportamiento por encima de todo:
- La supervivencia como mismo
- La supervivencia como especie
Para garantizar estas dos supervivencias nuestro cerebro está programado de un circuito de recompensa.
Este es un circuito neurológico que mediante la producción de hormonas, como las endorfinas (hormonas del placer), se encarga de ofrecernos sensaciones placenteras al cerebro ante aquellas conductas encaminadas a mantenernos vivos y/o perpetuar la especie.
De este modo nuestro cerebro se asegura de que tanto el acto de comer como el de beber se conviertan en actos que generen placer, para así asegurarse la supervivencia del individuo. El problema es que la industria alimentaria cada vez está diseñando alimentos más sabrosos y llenos de aditivos con el objetivo de estimular nuestro centro de tal forma que necesitemos comer más y con más frecuencia. Buena estrategia para hacernos adictos a sus productos y incrementar sus beneficios económicos mientras incrementan también los “michelines” de los consumidores.
El movimiento también forma parte de este circuito de recompensa ya que su sentido evolutivo es justamente buscar alimentos, luchar o escapar de un peligro. El problema es que actualmente este sentido literal por el movimiento se ha perdido. Eso no quiere decir que no lo continuemos necesitando, todo lo contrario.
¿A que te sientes satisfecho tras un entrenamiento duro o cuando has logrado llegar a la cima de aquel repechón en primera posición o sin perder la rueda del ciclista de delante?
Al terminar tu esfuerzo el cerebro percibe que has logrado sobrevivir al “peligro” (ataque de la grupetta) y te recompensa con un buen subidón.
Y por supuesto, también hay la recompensa básica para la supervivencia de la especie: el sexo. Para garantizar la reproducción, el cerebro nos regala el orgasmo, una recompensa muy agradable que hará que queramos repetir la experiencia. Aparte del sexo, aquí también habría que incluir todo lo que hace referencia al contacto físico entre personas (abrazos, caricias, besos, etc.) y un entorno social favorable que te asegure protección. El problema es que cada vez vamos más cansados, estresados y con menos libido. Por no hablar que las relaciones sociales son más virtuales que otra cosa. Hoy en día se habla más por whatsapp que por teléfono o cenando alrededor de una mesa con unos buenos amigos.
Estas cuatro recompensas naturales (comer, beber, movimiento y contacto físico) son las responsables de generarnos una óptima sensación de bienestar. Ahora bien, para que eso funcione dependerá de nuestra manera de comer, beber, movernos y de cómo vivamos las relaciones sociales y el contacto físico.
Si no comemos alimentos frescos y naturales (nos pasamos a los procesados), si no bebemos agua (consumimos alcohol y estimulantes), si no podemos entrenar lo que nos gustaría y además nuestra pareja o nosotros mismos no tenemos libido ni tenemos tiempo para quedar con los amigos, nuestro circuito de la recompensa dejará de funcionar correctamente y eso nos llevará a buscar recompensas artificiales. El problema de este tipo de recompensas artificiales es que nos proporcionarán un pico de endorfinas mucho mayor, con una caída también mucho más grande y una rápida adaptación. Eso nos llevará hacia una gran dependencia y a una necesidad imperiosa de repetir aquellos malos hábitos una y otra vez sin control.
Si no tenemos cubiertas estas cuatro necesidades básicas que el cuerpo necesita, el equilibrio mental se esfuma. Entonces, resistirse a la comida basura, al abuso de las redes sociales o al consumo de alcohol o otros estimulantes se convierte en una tarea, no imposible, pero sí muy pero que muy difícil.
Cuantas más recompensas naturales seas capaz de proporcionarte, menos recompensas artificiales te pedirá el cuerpo y a muchas menos tentaciones tendrás que resistirte.
Ahora bien…
hay veces que la situación es la que es y no podemos hacer mucho para cambiarla.
En estos momentos lo mejor que puedes hacer es aceptar que se ha recurrido a esas recompensas artificiales para sobrevivir, porque necesitabas un poco de felicidad. No pasa nada, ¡es natural! Pero, a partir de aquí, cuando tengas un poco de energía para realizar algún cambio, has de procurar recuperar el camino de las recompensas naturales ya que te ofrecerán una mayor estabilidad emocional, mejor estado físico y sobre todo una mejor salud que te permitirá rendir a tu máximo potencial.
¡Mímate y cuídate! Es lo que tu cuerpo necesita y tú te mereces 😉
(fuente: Xavi Garcia, asesor de salud de ADN Ciclista, Fitness Integral)