La fuerza de voluntad es una elección entre dos alternativas y la determinación de seguir adelante… ¿tenemos una fuerza de voluntad ilimitada?
Motivarse, encontrar un disparador, es la parte fácil. Basta recoger un guante que te hayan lanzado, dar con una prueba que te ilusione, recrearte en un vídeo inspirador o caer en la trampa de una compadrada entre colegas. La cuesta arriba comienza cuando se disipa el humo de los fuegos artificiales y sigues queriendo honrar la promesa, sobre todo cuando esta acarrea incluso un cambio de estilo de vida.
A partir de este punto, tratar de sobreponerte a la disciplina diaria solo con fuerza de voluntad no te hará llegar muy lejos. Si para ti cuidar la alimentación lleva aparejada de forma inseparable la palabra dieta; o si el entreno del día te recuerda a los deberes de la clase de matemáticas por los números que tienes que hacer para lograr completarlo, me temo que no tienes mucho futuro con tu planificación.
No me atrevería a pronunciarme acerca de en qué medida la fuerza de voluntad es una cualidad moral o un don de la naturaleza. No tengo muy claro hasta dónde se adquiere, o si puede considerarse de igual forma que unas innatas cualidades físicas y fisiológicas. En cualquier caso, sí me parece que se trata de una elección entre dos alternativas y de la determinación de seguir adelante. Y, además, sospecho que es algo de lo que no tenemos recursos ilimitados.

De manera que, tal y como yo lo veo, la solución pasa por convertir estos cambios en hábitos. Los hábitos nos permiten no gastar fuerza de voluntad. Para conseguirlo nos tocará entonces volver a cablear nuestro cerebro, enseñándole otras vías por la que conducirse y que las adopte como prioritarias. Las condiciones apropiadas para que estos nuevos caminos se formen son la repetición, la estimulación emocional que te provoquen y el nivel de atención consciente que pongas en ello. Influirá también tu autonomía, la capacidad que tengas de controlar tu contexto y el ambiente que te rodea, que puede ser perjudicial para tus intenciones.
Indudablemente, cualquier tipo de cambio importante que afrontemos nos va a generar incertidumbre; así que lo sensato es establecer expectativas claras sobre el objetivo, y descomponerlo en etapas o hitos intermedios más fáciles de realizar que nos permitan reforzarnos al ir comprobando nuestros avances.
Hasta aquí el fundamento teórico. Ahora viene la parte empírica, mucho más prosaica. La realidad es que nada es gratis. Aun en el caso de que creas haber conseguido tomar un atajo, antes o después acabarás pagando el precio con creces. A lo mejor no en la forma convencional, pero sí tal vez con tus propias carnes, igual que el mercader de Venecia.
Es evidente que hay muchas cosas que no podemos decidir. Una mala época, una enfermedad propia o cercana, un accidente, una fatalidad… Sin embargo, si a pesar de todo, nos levantamos o nos quedamos en el sofá, sí lo podemos decidir.
Empieza hoy con lo que sea que te hayas propuesto. No mañana, ni el lunes, ni el mes que viene, ni ya con el cambio de año. Hoy es un día como cualquier otro. Un día no es más que una convención, una fantasía para no reconocer que, sencillamente, la Tierra por enésima vez ha vuelto a hacer un giro completo sobre sí misma.